sábado, 22 de junio de 2013




Puede somenterme con una mirada,
puede en la distancia abrazarme,
puede convertirme en todo y en nada
y no tener nada que darme.
Podrían regalarme todo lo querido,
podrían poner el mundo a mis pies
pero yo sólo he nacido
para ser lo que quiera Usted.
No quiero lo que otros llaman libertad,
yo ya sé cual es la mía,
me basta con sus órdenes, nada más
para sentirme libre, plena y viva.






Ausente estaba su alma, en un cielo sin estrellas, lleno de nubes de nostalgia; tan ausente que no podía articular palabra. Por eso cogió su pluma y con una sonrisa que se esbozaba apagada, pudo ver que la envolvía una sombra sin aliento.
Cansada de tanto luchar se dejó llevar por el vacío, por el frío…
Sus sueños habitaban en lugares inexistentes. Sus pensamientos se instalaron en las dudas
Ya no había luz, sólo penumbra.
De repente perdió la paz (es más fácil vivir al borde del abismo, del precipicio, ya que así no tienes que luchar, lo dejas todo en manos del destino).
Cogió un libro de Bertolt Brecht y leyó una poesía: "Canción de una amada".
Siguió leyendo…

"Quiero ir con aquel a quien amo.
No quiero calcular lo que cuesta.
No quiero averiguar si es bueno.
No quiero saber si me ama.
Quiero ir con aquel a quien amo."

Su corazón incontrolado abandonó el camino de la lógica, ¿ o es que acaso el corazón no atiende a la lógica?.
Nunca había conquistado nada.
Vivía en un mundo de ignorancia, donde todos la superaban… pero ese era su mundo.
Se miró en el espejo y vio unos ojos que no parecían los suyos; estaban apagados, ya no chispeaban.
Contempló una esperanza ahogada a base de intentos, una vida sólo de sueños.
Se quedó otra vez... ausente y en ese vacío de silencios regresó al presente, a la vida de quien nada espera.
"Cuando la verdad es demasiado débil para defenderse tiene que pasar al ataque"
 
(Bertolt Brecht).